INTELIGENCIA
EMOCIONAL Y COMPETENCIAS EMOCIONALES EN EL EJERCICIO DE LA DOCENCIA
UNIVERSITARIA: UNA REVISIÓN
EMOTIONAL
INTELLIGENCE AND EMOTIONAL COMPETENCIES IN THE EXERCISE OF UNIVERSITY TEACHING:
A REVIEW
Fecha de Recepción : 08 de junio del 2021
Fecha de Aceptación: 20 de setiembre del 2021
DOI : https://doi.org/10.26495/rch.v5i2.1936
Resumen
El objetivo fue realizar una
revisión sistemática de la literatura científica con el propósito de discutir y
dilucidar las posturas que tienen diferentes autores acerca de la inteligencia
emocional y competencias emocionales en el ejercicio de la docencia universitaria.
La metodología utilizada consistió en la recopilación de artículos científicos
e informes de diferentes bases de datos y repositorios institucionales, el
acopio, discriminación y procesamiento de la información se llevó a cabo utilizando carpetas de Microsoft
office. Los resultados evidenciaron que existe una gran convergencia de
información respecto al impacto positivo que puede ejercer la inteligencia
emocional y competencias emocionales en la actividad docente, sin embargo; ello
es objeto de discusión por la debilidad científica con que se aplican
instrumentos y programas. Se concluyó que a pesar de las discrepancias
existentes en torno a la conceptualización de la inteligencia emocional y
competencias emocionales estos se relacionan y es posible utilizarlos bajo un
estricto control y rigor científico que garantice la efectividad de su
aplicación.
Palabras Clave: Inteligencia emocional, competencias emocionales, docencia.
Abstract
The
objective was to carry out a systematic review of the scientific literature in
order to discuss and elucidate the positions that different authors have about
emotional intelligence and emotional competencies in the exercise of university
teaching. The methodology used consisted in the compilation of information from
different databases and institutional repositories, the collection,
discrimination and processing of the information was carried out using
Microsoft office folders. The results showed that there is a great convergence
of information regarding the positive impact that emotional intelligence and
emotional competencies can have on teaching activity, however this is the
subject of discussion due to the scientific weakness with which instruments and
programs are applied. It was concluded that despite the existing discrepancies
around the conceptualization of emotional intelligence and emotional
competencies they are related and it is possible to use them under strict
control and scientific rigor that guarantees the effectiveness of their
application.
Key
words: Emotional intelligence,
emotional skills, teaching.
___________________________________________
[1]Universidad
Señor de Sipán, Chiclayo – Perú
2Institución Educativa Rosa Flores de Oliva,
Chiclayo - Perú
*E-mail de correspondencia: medinavcj@crece.uss.edu.pe
a Magister Scientiae en Ingeniería Ambiental, medinavcj@crece.uss.edu.pe
b Doctora en Educación, anavargas@crece.uss.edu.pe
cMagíster en Educación, mención en Docencia y Gestión Educativa, guzmanjb@crece.uss.edu.pe
dMagister en Educación, aimeval12@hotmail.com
1.
Introducción
El imponente avance tecnológico que viene
experimentando la sociedad en este siglo XXI y en especial las instituciones de
formación superior motiva y obliga a los docentes a insertar dentro del
ejercicio habilidades tecnológicas básicas para gestionar e impartir con
calidad los servicios educativos formativos, en especial en entornos virtuales
(Fernández y Extremera, 2002), esto implica que el docente no solo se limita a
ser un simple facilitador de la información para sus estudiantes sino que éste
debe poner en práctica elementos esenciales propio de la inteligencia emocional
atendiendo que las emociones juegan un rol primordial en el proceso de
enseñanza- aprendizaje, la creatividad, la comunicación asertiva, la capacidad
para resolver problemas y una serie de habilidades y aptitudes que deben ser
inherentes en el docente (Gonzáles, 2017),
y que son indispensables para garantizar el éxito y de esta manera propiciar el
desarrollo evolutivo socio-emocional de los estudiantes.
La dinámica actual de la educación no solo requiere
del dominio temático del docente sino también inserta habilidades tecnológicas
donde el conocimiento y la ciencia está al alcance de todos, el internet y
plataformas virtuales hacen posible que tanto docentes y estudiantes sean más
versátiles para hurgar en un mar de información científica, quedando atrás el
paradigma tradicional de la enseñanza donde el docente era el dueño del
conocimiento, lo que ha propiciado que el estudiante sea el protagonista y
artífice principal de su formación, motivando a transitar hacia una
reconfiguración de la dinámica educativa (Almiron y Porro, 2014).
La inteligencia intelectual no es suficiente para
garantizar el desenvolvimiento eficiente del docente (Goleman, 1996), puesto
que durante el proceso de enseñanza-aprendizaje se pueden experimentar también
emociones negativas como el miedo e inseguridad y que pueden afectar la
práctica docente, el estudiante no es ajeno a ello, lo que puede generar
conflictos en las relaciones interpersonales repercutiendo en un deficiente
desempeño. En ese sentido, Hernández (2017), señala que la práctica docente no
solamente debe considerar las competencias profesionales relacionadas con su
intervención cotidiana que realizan en las aulas como por ejemplo cumplir con
el currículo, metodologías, empleo de recursos didácticos y otras prácticas
inherentes a la labor pedagógica, sin embargo; se puede perder dentro del
proceso la preparación o un buen desarrollo personal y autoestima que debe
tener el docente, para lograr la formación integral del estudiante . Es por
ello necesario hurgar en la capacidad docente y conocer cualidades internas en
cuanto al manejo de sus emociones y comportamientos y de acuerdo al diagnóstico
fortalecer dichas competencias socio-afectivas.
Considerando
que las emociones en muchos casos dominan la razón, es decir, es más factible que la
razón llegue a manejar a la reflexión, por el contrario, es dificultoso que el
pensamiento racional controle la emoción. Es así, que, ante asuntos de ansiedad
o depresión, la razón logre reflexionar sobre lo que está sucediendo y puede
desear decir basta, pero casi nunca lo logra, porque excluir el estrés o la
ansiedad necesita gestión emocional. (LeDoux, 1999). El dominio de aptitudes
personales como la autoconciencia, autocontrol y motivación y aptitudes
sociales como la empatía y habilidades sociales son claves para una
inteligencia emocional efectiva puesto que conocerse así mismo es la base para
un adecuado manejo de las relaciones interpersonales (Goleman, 1999), que en
consecuencia resulta favorable en el entorno educativo puesto que el docente
sería capaz de reconocer sentimientos en sus estudiantes permitiéndole
gestionar el apoyo correspondiente y canalizar las emociones hacia el logro de
objetivos propuestos.
En la perspectiva de Estrada et al. (2018), establece
que la educación puede ser mejorada en su calidad y ésta se relaciona con la calidad de persona que es el docente, más
que con los contenidos y programas de estudio, en tanto un docente motivado, realizado
y con felicidad, le encuentra sentido a su labor docente, a su vocación de
servicio con prácticas constructivas orientadas a sistematizar la información,
al análisis y reflexión ,donde el estudiante.es el centro de su atención, y en
esa línea orienta su labor pedagógica hacia una educación de calidad.
La educación conjuntamente con el ejercicio
docente está orientada hacia la
formación integral del estudiante, considerándose tanto la parte cognitiva como
la emocional, y que para incentivar el desarrollo de los
estudiantes se requiere el impulso de su desarrollo como persona en esa misma
dirección. Es condición necesaria para que el docente sea un profesional
eficiente trabaje constantemente en su equilibrio emocional, satisfacción,
compromiso y bienestar psicológico con la profesión (Zahonero y Martin, 2012). Lograr
el desarrollo integral de habilidades emocionales del estudiante es considerado
vital por muchos docentes pero éstas deben ser inculcadas por un equipo especializado
que conozca de tales capacidades, puesto que las aulas son los lugares idóneos
para poner en práctica modelos de aprendizaje socioemocionales de mayor
importancia. (Palomera, Fernández y
Brackett, 2008)
Si bien es
cierto, el estudiante de nivel universitario es sometido a una exigencia gradual
durante su formación profesional donde el rigor académico es necesario para elevar
el sentido analítico y crítico (Pino y Acasiete, 2018), ello puede generar
niveles de estrés donde el docentes juega un rol primordial, pero en muchos
casos ellos también son sometidos a cargas administrativas, pedagógicas y de
investigación que pueden mermar su comportamiento y autoregulación de emociones
limitándose solo a cumplir al desarrollo de las sesiones de clase (Castro,
Perilla y Santiago, 2018) dejando en segundo plano la situación emocional del
estudiante.
Ante la
problemática expuesta se plantea: ¿Es posible que la inteligencia emocional y
competencias emocionales favorezca el ejercicio de la docencia en el nivel
universitario?, para tal fin el objetivo propuesto fue realizar una revisión sistemática
de la literatura científica con el propósito de dilucidar y discutir posiciones
acerca de las posturas que tienen diferentes autores.
2.
Metodología
Se recopiló información de las diferentes bases de
datos, como Latindex, Dialnet, Scielo, Science Direct, libros y repositorios
universitarios, siendo la información seleccionada almacenada en una carpeta de
Microsoft office para su posterior discriminación de acuerdo a la profundidad y
orientación abordada por los autores respecto al tema de investigación. El
método empleado fue inductivo ya que se partió de posiciones particulares de
autores hacia una generalización, El enfoque se perfila hacia una investigación
de tipo cualitativa, ya que solo se consideró la revisión de la literatura sin
la utilización de métodos estadísticos.
3.
Revisión
Literaria
· Inteligencia
emocional
Hasta la
década de los años 1980 no se prestó al debida atención a lo que concierne a
inteligencia emocional considerándose como un factor de poca relevancia en la
vida social y afectiva de las personas (Maidana y Samudio, 2018), pero a partir
de allí se marcó el hito para dar inicio a la construcción de aquellas habilidades
no cognitivas y ésta fue definida por primera vez por Solavey y Mayer (1990) y
lo expresan como la capacidad para vigilar sentimientos y emociones propios y de otros,
canalizarlos hacia una adecuada utilización de la información para la acción y
toma de decisiones oportunas equilibrando hacia un buen desempeño en todos los
ámbitos. Las fases para un adecuado uso de la inteligencia emocional implican
identificar la emoción, comprender la emoción, gestionar la emoción y utilizar
adecuadamente la emoción. El postura teórica con mayor rigor científico es la de
Salovey y Mayer, que considera a la inteligencia emocional como auténtica sustentada
en la maleabilidad de las emociones, la cual dota a la persona de capacidades
para afrontar problemas y solucionarlos de forma eficaz en el medio que se
desenvuelve.
La
inteligencia emocional se plasma en el individuo mediante las habilidades
intrapersonales e interpersonales que se perfilan como los predictores
principales de éxito en la vida personal y profesional (Jamali, Sidani, y Abu-Zaki, 2008) otorga seguridad y eficacia a la
persona en sus actividades que realizan asi como brinda un excelente
acoplamiento en el trabajo en equipo. (Danvila y Sastre, 2010)
Estudios realizados a la emoción revelan que si es posible estudiarlo y
como éste puede impactar en la cognición, atendiendo que el cerebro humano
tiene memoria la cual forma parte de los diversos procesos cognitivos,
percepción, aprendizaje, creatividad, etc. y que cuando se trata de estímulos
emocionales se tiene respuestas emocionales lo que se puede inferir que las
emociones pueden llegar a controlar los pensamientos (Niño, García y
Caldevilla, 2017). La inteligencia emocional a replantaeado la idea misma de la
inteligencia desde su concepcion clásica fundamentada en el dominio de diversas
materias de carácter científico que en esencia en tiempos actuales se considera
obsoleto hacia una inteligencia que busca trascender en la capacidad de
reconocer y administrar sus emociones individuales y ajenas con eficacia.
Aunque la inteligencia emocional a propiciado varios cuestionamientos
porque consideran que no tiene asidero científico y que mas bien es un mito,
inclusive la teoría de Goleman quien permitió su difusion a los campos
cientificos empresarial y educativo (Tacca, Tacca, y Cuarez, 2020; Manrique,
2015) a sido fuertemente criticada por
falta de apoyo empírico y que mas bien tiene una postura de literatura comercial
más que investigación cientifica. Si embargo; estudios de Golombek y Doran
(2014) expresan que las emociones se vinculan con los resultados en el
aprendizaje destacando el rol trascendental de las emociones y sentimientos,
permitiendo al estudiante desarrollar capacidades de adapatación y mejoras en
el rendimiento académico, en la motodologías utilizadas y en el entorno. (Buitrago, Ávila y Cárdenas, 2017).
Estudios
sobre inteligencia emocional grupal consideran que las personas que se
encuentran en estados de ansiedad no contribuyen en el rendimiento global del
equipo ya que éstos generan control y dominancia, por la incapacidad de
reconocer de lo que es apropiado o no, así también los miembros que no
participan son considerados pesos muertos que no contribuyen en nada en el
logro de objetivos transformándose en un factor negativo. Aspectos como el
miedo, ira, rivalidad y resentimiento, deben ser controlados minuciosamente y
reducido al mínimo, por ende el factor individual determinante para garantizar
el éxito del equipo es crear un ambiente de armonía (García, 2020, Goleman,
1996)
Es de importancia
resaltar que personas con un excelente desarrollo de la inteligencia emocional
tienen un camino mejor marcado hacia el éxito personal y profesional, entienden
que todos las personas estamos sujeto a equivocaciones, son comprensivos y
observan a los errores como mecanismos de superación, reconocen sus errores y ayudan
a superarlos a los demás (De la Cruz, 2020), así como también controlan muy bien sus
sentimientos y son dueños de sus expresión emocional. Otros beneficios
complementarios es que tienen menor probabilidad de depender de adicciones
(Hari, 2015), mejor estado de salud (Vorvick, 2014) y mejor convivencia
familiar y social.
· Competencias
emocionales
La competencia emocional se asume
como la capacidad adquirida apoyada en la inteligencia emocional y que como
resultado se obtiene un desempeño laboral satisfactorio, pero la delimitación
del constructo de competencia emocional, todavía no está muy definida ya que se
hace referencia al término como el
señalado, o como competencia socioemocional y sus plurales respectivos (Fragoso, 2015, Bello y Pérez, 2014)
Pero Saarni (1999) define la
competencia emocional como la articulación de habilidades y capacidades que una
persona requiere para afrontar situaciones en un entorno cambiante y propiciar
ventajas competitivas, mejor adaptación, eficiente y con mayor confianza en sí
misma. Hay que resaltar que no solo el manejo
disciplinar es suficiente en el docente universitario, sino también se requiere
de manejo actitudinal donde la gestión emocional tiene un rol esencial
en el logro de los aprendizajes.
Rubalcaba, Gallegos y Fuerte (2017) analizaron la
validez predictiva de las competencias socioemocionales sobre el clima y conductas
pro-sociales en estudiantes donde evidenciaron la dependencia positiva de éstas
en cuanto mayor sea la competencia socioemocional del estudiante, lo que se
traduce en un mejor clima para el estudiante disminuyendo condiciones de
agresividad y promoviendo la adopción de conductas pro-sociales armoniosas
favoreciendo el aprendizaje y bienestar social.
El impacto de las competencias emocionales en el
docente ha tomado relevancia y se ha estudiado desde diferentes perspectivas
que van desde la identidad profesional, repercusión en el cansancio emocional,
beneficios en su vida y en las de sus estudiantes (Uitto, Jokikkoko y Estola, 2014), sin embargo; se confluye en que el
docente debe analizar sobre su práctica, desarrollarla y sentirse capacitado
para persuadir a sus estudiantes, con la finalidad de que armonicen los
aprendizajes de carácter científico y al mismo tiempo formar ciudadanos
comprometidos con la sociedad (Fernández y Luquez, 2010).
Los métodos para evaluar las competencias emocionales
es aun objeto de discusión (Agirre, Esnaola y
Rodríguez, 2017), pero propuestas futuras se perfilan en brindar un
mejor entendimiento y medición de la relación habilidad-rasgo y de la
interacción durante el proceso para una adecuada comprensión y análisis, y de
su influencia en el desarrollo socioemocional lo que conlleva a generar nuevos
instrumentos de evaluación que recopile eficientemente las competencias
emocionales y que garantice los hallazgos de que un ser es emocionalmente inteligente.
(Fernández y Extremera, 2016; Mayer, Caruso y
Solavey, 2016).
En varios Ambitos se han aplicado
programas de intervención de inteligencia emocional y competencias emocionales,
como son la organización CASEL y el programa RULER en los Estados Unidos, que
promueven el aprendizaje emocional y social involucrando la totlidad de la
comunidad educativa, así también en Europa, por ejemplo en España el programa
Educación Responsable y el programa INTEMO+ se concibió bajo la necesidad de
internalizar y desarrollar criterios de inteligencia emocional en las politicas
educativas bajo argumentos que demuestren su eficacia. (Fernández, Cabello y
Gutiérrez, 2017).
De acuerdo con Goleman, Boyatzis y Mckee (2002)
sintetizan cuatro dominios de la inteligencia emocional: conciencia de uno
mismo, autogestión, conciencia
social y gestión
de las relaciones, las que van asociadas a 18
competencias sujeta a la ciencia en la medida que proporcione mayores
evidencias para una conceptualización más concreta (tabla 1). Sin
embargo; para Bisquerra y Pérez (2007) la
competencia emocional incluyen cinco dimensiones como son: Conciencia emocional,
Regulación emocional, Autonomía emocional, Competencia social y Competencias
para la vida y el bienestar, en las que se pueden asociar microcompetencias
(figura 1). En consecuencia ambas posturas buscan contribuir de manera
eficiente y complementaria en el proceso de enseñanza aprendizaje de los
estudiantes y sobre encaminar el acercamiento hacia el bienestar como elemento
primordial del desarrollo humano. (Bulás, Ramírez y Corona, 2020)
Tabla 1
Dominios de la inteligencia emocional y competencias relacionadas
Competencia emocional |
Competencia social |
·
Conciencia
en sí mismo Conciencia emocional de uno mismo Valoración adecuada de uno mismo Confianza en uno mismo ·
Autogestión Autocontrol emocional Transparencia Adaptabilidad Logro Iniciativa Optimismo |
·
Conciencia
social Empatía Conciencia de la organización Servicio ·
Gestión
de las relaciones Liderazgo inspirado Influencia Desarrollo de los demás Catalizar el cambio Desarrollo de conflictos Establecer vínculos Trabajo en equipo y colaboración. |
Fuente:
Goleman, Boyatzis y Mckee (2002)
COMPETENCIAS EMOCIONALES Para la vida y bienestar Regulación emocional Social Conciencia
emocional Autonomía emocional -Toma
de decisiones. -Objetivos adaptables. -Búsqueda
de ayuda y recursos. -Bienestar
emocional -Fluidez. -Dominio
de habilidades sociales. -comunicación
expresiva. -Cooperación. -Asertividad. -Gestión de situaciones emocionales -Autoestima -automotivación. -Autoeficiencia -Responsabilidad -Resilencia -Actitud positiva -Regular emociones y
conflictos. -expresión emocional adecuada. -Desarrollo de habilidades. -Generación de emociones positivas -compresión de la emociones. -Nombrar las emociones. -conciencia de las propias emociones. -Interacción entre emoción cognición y
comportamiento.
Figura 1. Cinco dimensiones de
la competencias emocionales (Bisquerra y Pérez, 2007)
·
Inteligencia
emocional y competencia emocional ¿Quién engloba a quién?
Existen dos
modelos dominantes en el estudio de la inteligencia emocional (Fiori y Vaseley,
2018), un modelo visualiza a la inteligencia emocional como Habilidad, que
afirma a ésta como una habilidad cognitiva para procesar información emocional,
y el otro modelo es de rasgo (Petrides et al., 2016), que concibe como una
constelación de percepciones emocionales, de cuán buenos se cree que somos en
términos de percibir, entender, manejar y utilizar nuestras propias emociones y
las de los demás. Así mismo, se considera también el modelo mixto, que concibe
como un conjunto tanto de rasgos como de habilidades y competencias.
Una persona
con buen nivel de inteligencia emocional no implica que tendrá dominio total de
las diversas competencias emocionales, puesto que una competencia emocional es
una capacidad que se va adquiriendo y se apoya en la inteligencia emocional lo
que propicia un desempeño excelente (Fragoso, 2015), así; los modelos mixtos de
diferentes autores señalan que la inteligencia emocional no se conforma de
competencias sino de habilidades de procesamiento de información. La diferencia
entre inteligencia y competencia emocional radica en que la primera constituye
el eje principal de las habilidades para razonar con las emociones mientras que
la segunda es cuando la persona ha alcanzado algún nivel de logro emocional. En
consecuencia es observable una demarcación de términos que considera una
conceptualización diferente respecto a competencias emocionales pero no queda
totalmente definida (Fragoso, 2015). Pero, dentro del modelo de inteligencia
emocional de Mayer y Salovey (1997) es distinto, ya que determina que son
habilidades específicas de procesamiento de información emocional, en las que
se observa una fuerte diferencia con las competencias emocionales, y que están
orientadas más a la medición de logros que a lo cognitivo. En tanto, cuando se
emplea la postura de los autores no es aconsejable usarlos como sinónimos, es relevante resaltar que autores como
Bisquerra y Pérez (2007) y Saarni et al. (1998) han planteado posiciones
respecto a las competencias emocionales con fundamentos teóricos ajenos a lo
propuesto por Goleman (1999) y Mayer y Salovey (1990), lo que fortalece su
separación de la inteligencia emocional, aunque es innegable que existe una
relación próxima entre los términos.
· Algunas experiencias de aplicación de programas en
inteligencia emocional y competencias emocionales
Tolentino (2021) aplicó un programa de intervención
para desarrollar competencias emocionales basadas en sustentos epistémicos de
base teórico-conceptual en la que observó hallazgos de problemas centrados en
el impedimento del docente para controlar sus emociones intrapersonales, así
también, evidenció algunos indicadores emocionales como la autoexploración
emocional y retroalimentación que favorecen los aprendizajes en los estudiantes
, así mismo; se pone de manifiesto el inadecuado uso del tiempo dentro y fuera
de clase y su impacto de la convivencia docente. Concluyó que es necesario
motivar la actuación del docente hacia un rol protagónico que genere impacto en
los estudiantes gestando la introspección y autoconocimiento que conduzca hacia
la transformación de la enseñanza aprendizaje.
El efecto
de un programa de inteligencia emocional
en el clima organizacional en docentes fue estudiado por Aguilar (2018),
cuyo objetivo fue demostrar el impacto que puede producir la implementación de
dichos programas desde la perspectiva del potencial humano, diseño
organizacional, cultura organizacional y la vulnerabilidad psicológica. Los
resultados fueron optimistas desde el análisis estadístico obteniendo
valoración muy alta de confiabilidad a excepción de la vulnerabilidad
psicológica que desde el punto de vista organizacional fue medianamente
favorable. Concluyó que la aplicación del programa tuvo un efecto altamente
positivo.
Rodríguez
(2005) diseñó un programa de
adiestramiento en inteligencia emocional para docentes de un centro de estudios
avanzados, basado en la importancia de las emociones del ser humano que permita a las personas
estar conscientes de su existencia, si por un momento se pensara que en la vida
no hubiera emociones, las personas serían seres vacíos y la personalidad la
personalidad no tendría sentido. Evidenció que los docentes tienen algunas necesidades
de adiestramiento en el contexto de la inteligencia emocional, que en
consecuencia la capacidad de reconocer los sentimientos propios y ajenos se ve
reducida de poder automotivarse para mejorar las emociones internas y las
relaciones con los demás. Concluyó que el adiestramiento es importante porque
permite mantener un clima organizacional estable, mejora la capacidad de
motivación y persistencia ante las decepciones y la regulación del humor.
Moscoso (2017) Aplicó un programa de desarrollo de la inteligencia
emocional para mejorar el desempeño académico de los estudiantes en la que
encontró una diferencia significativa antes y después de aplicar el programa. Aquellos
que se les preparo previamente en argumentar y defender sus ideas, responder
con asertividad y conocimiento de sus derechos obtuvieron un desempeño
excelente, lo que permitió valorarse
y quererse asimismo, facilitando la fluidez comunicativa y seguridad en sus conocimientos. En tanto; los que no fueron preparados se situaron en un
nivel de rendimiento académico bajo, evidenciando inseguridad y baja autoestima
los que les impide poder mantener la concentración, expresar con asertividad y desarrollar
su potencial comunicativo.
4.
Discusión
Es indiscutible el rol fundamental que tiene el
docente en el proceso formativo del estudiante tanto como futuro profesional y
ciudadano, es requisito que éste desarrolle habilidades intra e interpersonales
propias de la inteligencia emocional, esto quiere decir que debe ser reconocida
como un componente esencial del conjunto de competencias del docente y no una
mera cualidad adicional cuya atención debe ser igualitaria a la del contenido y
la pedagogía (Ramírez et al. 2020). No obstante
el ejercicio docente universitario sigue siendo materia de discusión, ya que
dicha actividad es uno factores que generan mayor índice de estrés que en
concordancia con Lucero y Ocampo (2019)
se confluye en que probablemente la inteligencia emocional se observa
como un punto que se desea alcanzar como uno de los rasgos de liderazgo
mejorado pero requiere un mayor incentivo para lograrlo.
Una gran variedad de investigaciones
señalan al docente ideal como el profesional como sólidos conocimientos,
habilidades y actitudes que debe canalizar para el logro de objetivos (Fuentes, Sabido y Albert, 2019), sin
embargo; dicha postura ha dado un vuelco total en la actualidad, la concepción
moderna que se tiene para el docente universitario no solo basta en que sea
eficiente profesionalmente sino en como debe canalizar dichas potencialidades
para llegar a impactar positivamente en el estudianrte no solo a nivel
congnitivo sino tambien a nivel emocional, social y digital de manera
responsable, madura, amigable y creativa. (Bedoya, et al. 2017)
La
importancia dada a la inteligencia emocional y competencia emocionales va en
aumento incluso se vienen diseñando programas e instrumentos de medición en
diferentes lugares del mundo, así; en nuestro entorno se adaptó el inventario
de cociente emocional basado en el instrumento Bar-On ( Abanto, Higueras y
Cueto, 2000) donde se encontró que docentes universitarios tiene una
inteligencia emocional y competencias emocionales promedio hacia un nivel bajo y muy bajo, pero
estos hallazgos pueden ser discutibles atendiendo a la perspectiva de Keefer
(2015) que refiere que los instrumentos y resultados obtenidos en busca de
dilucidar el impacto que puede generar el manejo de la inteligencia emocional
en la labor docente está sujeto a serios inconvenientes de rigor científico originando
diferentes cuestionamientos que
desencadenan varias formas de conceptualización teórica del término lo que han
entorpecido su correcto estudio y comprensión, abriendo un abanico de
instrumentos para su evaluación con débil validez científica complicando su
aplicabilidad en el aula.
El
uso indiscriminado e incluso en total equivalencia entre lo que respecta la
conceptualización de inteligencia emocional y competencias emocionales ha
generado confusión sobre si en realidad indican lo mismo. De acuerdo con Mayer
y Solavey (1997) se puede decir que las competencias emocionales se perfilan
hacia una cuantificación de niveles de logro más que ha capacidades cognitivas,
sin embargo; la inteligencia emocional por sí sola no podría determinar las
competencias emocionales, ya que estas están asociadas por la estimulación del
entorno donde se desenvuelve el individuo. (Fragoso, 2015)
5.
Conclusiones
La
inteligencia emocional y competencias emocionales a pesar de las discrepancias
existentes respecto a su conceptualización son recursos que están relacionados
y que el docente universitario puede ejercitar continuamente para lograr una
posición de liderazgo en la formación de los estudiantes y que ambos
involucrados se sientan satisfechos consigo mismo, pero estos recursos deben
ser promovidas desde la institución universitaria con la formalidad que
amerita, bajo un estricto control y rigor científico que garantice la
efectividad de programas de entrenamiento y sostenibilidad de la misma bajo la
concordancia teórica a fin de disminuir la probabilidad de fracaso.
6.
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